Desde la otra Orilla
Y un día de todos, de esos que suman semanas y meses; de esos que parecen que fueran fotocopias; donde el café huele, pero no sabe, donde el agobio del cansancio hace que respires inconscientemente, y todo, absolutamente todo parece normal, igual. Días en los que todo está tan estructurado que no cabe por ningún rotico ni un alfiler, pero es que todo es tan planeado que ni siquiera hay un rotico.
Es como si la vida se fraccionara en dos; por un lado, el trabajo, los ritmos, las reuniones, los resultados, los avances, las complicaciones, los informes; y, por el otro, lo simple de un mundo sin reloj, ni calendario, ni celular; donde solo se encuentra el descanso con las actividades que más sonrisas nos sacan en una jugarreta de no parar.
Y en uno de esos días, me vi ante la Asociación Visión Social implementando un proyecto de educación de adultos “A Crecer” financiado por la Organización de los Estados Iberoamericanos – OEI, del cual yo hacía parte en el año 2008 y pude conocer a un equipo de trabajo eficiente, con un gran sentido humano y una sensibilidad que rápidamente captó mi atención.
Tenían una mirada hacia el mundo que inmediatamente resaltaban frente a otros operadores. Y me surgía la pregunta silenciosa, pero curiosa de cuál era la esencia real de Visión Social, cuáles eran esos valores tan fuertes que hacían que se destacaran entre los equipos. Qué era lo que había en el fondo de su estructura. Definitivamente, era una organización que se estaba ganando con honores el título de especial, irradiando color y vida a todo lo que tocaba.
Además, era un equipo de profesionales calificados y estructurados con quienes experimenté mucha confianza y seguridad ante el trabajo. Cerré mis ojos y me regocijé en el gozo de poderlos tener como coequiperos en este transitar educativo. Y, sobre todo, en esos momentos en que las nubes nos hacían picardías nublando el panorama y creando caos en todo.
Y el tiempo pasó… y lo que está arriba bajó; y los procesos fueron girando, transformándose, evolucionando… y también fueron terminando. Un cielo nuevo salió para todos, con la esperanza de cobijarnos. Y lo que está abajo subió. Y en el cielo la sonrisa de Dios se vio.
Y un día de todos, de esos que suman semanas y meses; de esos que parecen que fueran fotocopias; pero esta vez con la mirada puesta en las piedras de mi camino; con las manos vacías de conflictos, con la sonrisa dispuesta y las ganas pegadas a la piel; comencé a navegar en el 2016 en sus aguas, apoyando la sistematización y dirección de proyectos de Visión Social, y me fui dando cuenta de que más que equipo, era un grupo de amigos, con una capacidad de acogida, organización y valoración por el ser humano, que permeó mis barreras.
Me vi ante un grupo de seres humanos, tan humanos, pero a la vez tan palpitantes y apasionados de lo que viven y hacen.
Visión Social entró en mi vida para regalarme momentos de alegría, emoción y tensión. Para despelucarme y reafirmarme, para recordarme que la vida no tiene que ser separada, que se puede trabajar y reír. Que vale la pena apostarle a realizar las cosas con rigor, pero con un inmenso amor, y teniendo la certeza de que eso sí se nota.
He continuado creciendo de su mano, desde la fortuna de poner en tensión lo transitado, lo enriquecido, lo maravilloso, lo sensible. Son un grupo de seres que desde sus propias esencias y particularidades hacen la diferencia, al transformar y aportar desde lo sencillo, pero también desde lo riguroso, desde la firmeza, pero también desde el amor.
Hacer parte de Visión, como escenario de actuación, me permite continuar honrando la premisa de dejar este mundo en mejores condiciones de como lo encontré, y hoy quiero dejar manifiesto mi profundo agradecimiento y reconocimiento por toda la trayectoria construida en este tiempo.
Gracias, mil y mil gracias Visión Social, compañeras y amigas por coincidir en mi hoy.